Cuando estrenamos año, tenemos por costumbre ambicionar deseos. Andábamos desaliñados de esperanza y de repente, nos invade la necesidad, de remontar proyectos.
Pues ahora, una vez que los proclamamos a los cuatro vientos, no tenemos más remedio, que vivir el calendario con los deseos sobre la espalda, pero no como una carga, sino como un alivio.
Para que cada mañana, sea la oportunidad de peinar esperanzas y lograr proyectos.
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